La mańana reventó y las miradas se hundieron pero la flecha clavada quedó.
Me desperté zarandeado por la melodía de la vida y las embestidas tuyas.
Aspiro aire perfumado por el ardor de seda húmeda, mientras la silueta de una diosa me traga.
Llueve centellas y se abre el cielo, capricho consumido por la candela de cuerpos celestes.
Cojeo porque correr me robaría el extasis y la cautela prolonga el hurto de mi cuerpo....
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