no quisimos dejar los pollitos regados, ellos tan lindos y amarillos. Los encerramos en un barril azul de cincuenta cinco galones cortado a la mitad que teníamos en el patio. Los dejamos a la sombra pero el sol los alcanzo. A la tarde cuando regresamos los pollitos se habían asado, todos muertos estaban. No se perdieron, ahí estaban. La inseguridad de tenerlos, causo que perecieran. Si sueltos hubieran estados ellos instintivamente refugió hubieran encontrado. Abecés el miedo de perder algo nos ase perderlos para siempre. Temerle solo al temor.
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