Rastreando mis letras encontró su nuevo tatuaje, al instante eche mi corazón al fuego, y estrené uno nuevo.
La seduje hasta cobrarle el azul de sus venas, y el rojo de sus labios.
Calle mis palpitaciones al escuchar su lengua foránea y doblegue mis dedos a surcar sus costillas.
Ella seguía murmurando en su jerigonza mientras yo clavaba mis espuelas en su porvenir.
Me miró con cara de terremoto y yo la salude con hambre de hembra.
Se despidió de mi con su lengua entre mis labios, y yo le dije adiós, con un suspiro de nunca más.
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