Saturday, October 29, 2016

Azul

Se llama, todas las huellas de mi mano acariciando su cuerpo, yo la llamo mía, y ella me llama carne.

Rastreando mis letras encontró su nuevo tatuaje, al instante eche mi corazón al fuego, y estrené uno nuevo. 

La seduje hasta cobrarle el azul de sus venas, y el rojo de sus labios. 

Calle mis palpitaciones al escuchar su lengua foránea y doblegue mis dedos a surcar sus costillas. 

Ella seguía murmurando en su jerigonza mientras yo clavaba mis espuelas en su porvenir. 

Me miró con cara de terremoto y yo la salude con hambre de hembra. 

Se despidió de mi con su lengua entre mis labios, y yo le dije adiós, con un suspiro de nunca más. 

Tuesday, October 4, 2016

El que no se muere

Anoche entre en conciencia, en la conciencia que tendré a los ciento cincuenta años.  

La primera emoción que sentí en este encuentro fue un golfo de angustia en mi pecho. 

Me vi robusto pero angustiado, todos los míos ya se habían marchado. 

Los nacidos en la vida eterna me esperaban desde hacía tiempo y yo seguía trajinando en los entornos que me llaman viejo pero no me dicen adiós. 

Desde hacía por lo menos sesenta años aventuraba peligrosidad para propiciar mi descenso, pero sin suerte aquí todavía estaba. 

Que sensación más terrible esta de no poder unirme a los míos. 

Tal como si fuera un tren en la estación a punto de marcharse, los míos en el más allá me hacían señal de que me apurara pero yo aquí anclado estaba. 

Yo era el último vestigio de esta época familiar. 

Que por sino lo sabes, los clanes duran entré doscientos a doscientos veinticinco años. Nuestra memoria colectiva es prueba de eso. 

Ya todo perdía sabor la ansiedad de cruzar le robaba la sal al aire. 

El tiempo se olvido de mi y me dejo bagando en este purgatorio de penitencia. 

Me veía perdido, lo que fue mi pradera en primavera se convirtió en mi prisión.  

El que no se muere.