Yo cabe una cueva y me dedique a llorar.
Era tanto el bien que me hacía este ejercicio de estrujar, que se fue de mí la sal.
Se fue de mi todo menos el olvido y su olor.
Desde ese entonces le di cierre a mi alma y regale mi pellejo.
Me marcaron huellas sin olor pero yo no les honre con un té quiero.
Un restriego, dos restriegos y la soledad....
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