La felicidad se encela cuando nos ve enredado de brazos y pies.
Yo le ladro a la luna cuando las dos arrugan mis sabanas.
Entre la harmonía y la felicidad siempre aparece el éxtasis.
Avaricia querida mía que culpa tengo yo de tragar truenos y tirar chispas.
Que culpa tengo yo que la abundancia sea mi religión...
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